Yo no sé de teatro, no sé de danza y menos de poesía erótica. Antes que otra cosa me disculpo por todos aquellos que sí saben y con todo el derecho criticarán lo que lean.
Cuando Ofelia Medina pudiera ser una más de las abuelitas famosas de alguna telenovela de Televisa, ha preferido dirigir un espectáculo en el que unió las letras poéticas de grandes autores de la lengua castellana (Francisco de Quevedo, Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz, Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Bécquer, entre MUCHOS otros) con el teatro, la danza y la música popular para tener como resultado una pieza que se siente mexicana y con mucha calidad.
En el marco de la Feria Internacional del Libro que se desarrolla desde el 27 de noviembre en la ciudad de Guadalajara, y la cual tiene como invitado a Castilla y León con la temática central de rescatar nuestra lengua, se presentó el montaje escénico "Quitarle el uso a la lengua para dárselo al corazón". Admito que al inicio dudé de un nombre que me parecía en extremo sentimental y temía que se tratara de una obra profundamente romántica y empalagosa. Afortunadamente me lleve la sorpresa de que no fue así.
Personificando a "la lengua", Ofelia Medina comparte escenario con Rubén Albarrán (sí, el de Café Tacvba) en el papel de "La Malinche" y 6 jóvenes actores tapatíos más, en una historia que refleja la importancia y el camino por el que la lengua apasionada ha ido avanzando desde la Conquista, cuando se mezclan (a la fuerza y no) los dialectos indígenas y africanos con el castellano, hasta nuestros días, no sólo en México, sino en todos los lugares de habla hispana que pasaron por este proceso. Todo esto con el contexto musical que también evolucionó cuando se fusionaron los instrumentos al igual que las razas. Violines, guitarras, marimba, bongos y la voz del contratenor Santiago Cumplido, todo en vivo.
Uno a uno se va viviendo cada poema, algunos son cantados, otros recitados, pero tienen el común de la intensidad de sus letras y su interpretación. Las emociones varían con el tipo de poema, hay risas, llanto, hay gritos y gemidos. Hay también una chispa que hace evidente lo mexicano de esa lengua que busca ser reflejada a través de los movimientos y las miradas, chistes nacionales, canciones populares, palabras fuertes que no están de más, bailes candentes y mucha vida en el escenario, danza aérea que le da el toque suave, erotismo que no alcanza nunca lo vulgar y momentos íntimos que se hacen públicos. La producción musical es precisa para cada situación mostrada, atrapa al oído y envuelve en la situación.
No puedo hablar de una obra más, porque quiero reconocer la calidad que hay en el montaje, la escenografía no es muy elaborada, es adecuada y está muy bien justificada; los vestuarios son originales y exagerados pero interesantes a la vista. Hay talento y uno sale emocionado de revivir la lengua, con sus pros y sus contras, hoy la tenemos así, a nuestra manera.
Estoy segura que muchas de las parejas al salir del teatro, le darán uso a la lengua, en todo sentido.
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